Ana creía fervientemente que el vestido de Sonia era el resultado de un acto corrupto. Nunca pensó en el motivo por el cual la marca permitía a la mujer acceder a él era mediante favores; solo sabía que podía utilizar eso para amenazar a la tienda para que le permitieran quedarse con el vestido. En resumen, si Ana no podía conseguir lo que quería, no dejaría que otros lo tuvieran, en especial Sonia.
Al ver la expresión engreída de Ana, Sonia se sintió asqueada. La gerente también se quedó sin palabras e hizo una mueca.
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