Después de cambiarse a sus yukatas, Sonia y Carlos llegaron a una división que conducía a la sección de hombres y mujeres de las termas. A Carlos le brillaron los ojos y enseguida se agarró a la suave cintura de Sonia.
—Muñeca, ¿por qué no vamos a la sección mixta? —Ella le sonrió antes de propinarle un golpe con el codo—. ¡Ay! —Él se sujetó el vientre de dolor—. Muñeca, ¿por qué me golpeaste?
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