—¡Ahora te estás pasando, Carlos! —comentó Melisa con frialdad—. ¿Crees que Tania y el resto de nosotras estamos ciegas? Claro que nos damos cuenta de que estás dirigiendo tu venganza hacia ella, solo le queda su camisola con tiras. ¿Qué más quieres?
Él solo se encogió de hombros con una expresión confusa.
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