—¿Cómo llegó a ti exactamente? —Tobías se tocó la punta de la nariz—. Para ser sincero, a mí también me sorprendió, pero, ahora que lo pienso, debió ser el destino. Debimos estar destinados el uno con el otro y fue un recordatorio de Dios lo que me hizo enviar los mangos a la persona que en verdad debía recibirlos. —Sus palabras hicieron que Sonia se sintiera complacida. Luego agregó—: Si no te gustan los mangos de colina Cuesta Blanca, puedo pedirles que compren algunos de otro lugar.
—Está bien, comamos esos. —Sonia sacudió la cabeza y sonrió—. No es culpa de los mangos de colina Cuesta Blanca; es de Tania. Esos mangos eran deliciosos, y no puedo odiarlos solo porque odio a Tania. Ella no es digna de ser comparada con esa fruta.
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