Capítulo 3 Vamos a Celestial
Carlos era su amigo de la infancia, el típico hombre que nació en una familia adinerada.
—¿Por fin te decidiste? —preguntó Carlos con timidez mientras contemplaba a Sonia.
—Nunca estuve tan segura. —La mujer mantuvo una sonrisa en sus labios desde que salió de la casa.
Ella ya era una mujer atractiva y hermosa, y esa sonrisa pareció despejar la bruma que se había cernido sobre su rostro desde hacía muchos años. Debido a eso, su rostro se iluminó en un instante.
—Pensé que no despertarías nunca —suspiró Carlos—. En verdad me preocupé mucho por ti en los últimos seis años. De todos modos, ¿qué es lo que te gustaba de esa basura?
—Es cierto, ¿no? —asintió Sonia—. ¿Por qué fui tan tonta?
—Por fortuna, ahora abriste los ojos. Otros seis años con él y serías anciana y arrugada —continuó Carlos mientras bromeaba—. Ya lo pensé: si te echaban cuando fueras mayor, me habría casado contigo a regañadientes y seríamos compañeros. Digo, al fin y al cabo, nos criamos juntos —agregó.
—Cierra la boca. —Sonia puso los ojos en blanco.
—Por cierto, este es el acuerdo de divorcio que me pediste que preparara. Échale un vistazo.
Tras recibir la pila de documentos, Sonia los hojeó con despreocupación.
—No voy a quitarle nada a Tobías. Nunca le debí nada en el pasado, y no quiero terminar debiéndole algo en el futuro.
Al terminar de hablar, firmó con su nombre sin dudarlo.
—Muy bien —dijo Carlos sin evitar sonreír al ver que ella estaba tan feliz—. Sin dudarlo, ¿eh?
—Vamos al hospital público. —Sonia guardó el bolígrafo y arqueó un poco las cejas.
—De acuerdo, mi señora.
El último piso del hospital era exclusivo para pacientes vip. Después de encontrar la habitación mil doscientos tres, Sonia llamó a la puerta antes de presionar el picaporte y empujar la puerta para abrirla.
En la cama de hospital, una bella mujer pareció sobresaltarse al verla; horrorizada, se escondió bajo el edredón con lágrimas en los ojos; parecía estar aterrada por su presencia.
El rostro de Tobías también reflejó su disgusto.
—¿Qué haces aquí? —Su voz era fría como el hielo.
Sonia sacó el acuerdo de divorcio de su bolso despacio y se lo entregó.
—Firma esto y me iré de inmediato.
—¿Quieres el divorcio? —Después de que Tobías le echara un vistazo, su rostro se ensombreció un poco y su voz se volvió aún más fría.
—¿Tú qué crees? —Sonia colocó su cabello detrás de las orejas y mostró una pequeña sonrisa, aunque con un aspecto bastante distante—. Estos seis años deben haber sido duros para ti. Te aliviarás del sufrimiento después de firmar esto, ¿no?
Tobías alzó las cejas. Su expresión era extremadamente distante y solemne; no estaba seguro de qué truco intentaba jugarle con eso.
—Tobías… —Tania lo llamó con debilidad desde la cama del hospital; sonó como una insinuación.
Tobías la miró y luego volvió a posar sus ojos en el rostro de Sonia mientras que su nuez de Adán se movía.
—Hablaremos de esto cuando regrese. Primero vete y no molestes a Tania.
—Hablo en serio. —Sonia sonrió, pero no se reflejó en su mirada—. ¿Acaso no es lo correcto terminar con esto de inmediato? Me quitaré de tu camino.
—Sonia… Reyes. —Su voz era gélida y grave, como si hubiera alcanzado su límite de paciencia.
—Bueno, Tania está mirándote. ¿Es posible que… hayas llegado a amarme y no quieras el divorcio? —Los labios de Sonia se curvaron en una sonrisa elegante y encantadora.
—¿Qué ocurre, Tobías? —Tania miró al hombre con lástima mientras intentaba leer su mente.
Sonia se limitó a mirarlo con desprecio, mientras esperaba que él tomara una decisión.
—De acuerdo, lo firmaré. —Tobías frunció los labios; su expresión era aun extremadamente fría.
Sonia sonrió con satisfacción. Con el acuerdo de divorcio firmado y en sus manos, se marchó feliz, sin ninguna duda o apegos permanentes. Sin embargo, en cuanto salió de la sala, las lágrimas brotaron de sus ojos sin cesar.
Seis años de matrimonio y ocho años de amor… todo en vano. Los corazones humanos estaban hechos de carne; sería una mentira decir que no se sentía triste por eso. Sentía como si alguien hubiera atravesado su corazón una y otra vez con la punta de una aguja, y dolía demasiado.