Mientras estaba de espaldas a Teo, Tobías se dio vuelta y lo vio de pie frente a la puerta; portaba una mirada tensa. Conocía bien a su asistente; con una expresión así, estaba seguro de que algo no iba bien y no podía ser menor.
—Lo siento, Gerónimo. Por favor, discúlpeme —se excusó ante el hombre, que estaba sentado frente a él.
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