Sonia hizo una mueca antes de sacar la otra llave que le había dado Rosa y la probó en todas las puertas de la casa hasta que por fin consiguió abrir la puerta que la llevaba a la despensa. No se sorprendió para nada: su madrastra y su hermana habían vendido la mayoría de los objetos de valor de la casa, por lo que la despensa era quizás el único lugar que aún tenía algunos objetos.
Cuando empujó la puerta para abrirla, la recibió una nube de polvo. Se tapó la nariz y la boca con una mano y utilizó la otra para apartar el polvo de su rostro. Una vez que la mayor parte del polvo se asentó, se quitó la mano del rostro antes de encender las luces y entrar en la habitación.
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