Sonia no dudó ni un segundo de Timoteo, ya que podía oír lo enfadado que estaba, sabía que se había aguantado la furia por el bien de ella, de lo contrario, le habría dicho que concurriera al hospital con una bolsa para cadáveres para Yésica en lugar de informarle sobre la histeria de la joven. Mientras se frotaba el entrecejo, se disculpó:
—Lamento muchísimo haberte molestado, doctor Laguna. Quédate tranquilo que haré que pague los daños que ha causado en el hospital.
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