La idea de que su amado se viera cauteloso y nervioso cuando conociera sus padres adoptivos la hizo reír, pero ese regocijo no duró mucho. Sus padres habían fallecido y Tobías nunca tendría la oportunidad de verlos en persona, solo quedaron sus sepulturas. Él se dio cuenta de la tristeza que tenía Sonia; con solo mirarla al rostro bastaba para saber en qué estaba pensando, entonces le dio una palmadita en la cabeza y le aseguró:
—Está bien, no pienses demasiado en eso. Deberíamos pensar en los regalos que debo llevar para la señora Lara mañana.
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