Llegaron al pórtico y Tobías se agachó para cambiarse los zapatos. Sonia abrió la puerta y la recibió una ráfaga de aire frío. Al instante, se estremeció por la brisa que le recorrió el cuerpo. Tobías lo notó por lo que frunció el ceño, se quitó la bufanda y se la colocó alrededor de los hombros.
—Debería haberte dicho que te abrigaras. De acuerdo, hasta aquí es suficiente. Deberías regresar a la cama ahora.
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