Como Julia era su enemiga, no había necesidad de ser cortés con ella. Sonia podía pensar de ese modo con facilidad, pero Julia no. Cuando la joven se marchó sin decir nada, la mujer puso mala cara y, por algún motivo, se sintió triste.
—Ni siquiera se despidió antes de marcharse. ¡Qué mujer tan grosera! —Julia sujetó el asa del termo con fuerza mientras refunfuñaba.
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