—¡Buen trabajo, muchachos! —gritó Teo con sarcasmo mientras sacudía al jefe de los guardaespaldas con fuerza y giraba en su lugar con enfado. Luego de un momento, vio que los guardaespaldas bajaban la cabeza como tontos y volvió a gritar—: ¡¿Por qué demonios siguen aquí?! ¡Vayan a buscarlos debajo de la montaña!
—Sí, sí, sí. —Al escuchar el recordatorio de Teo, los guardaespaldas se apresuraron a asentir y se dispersaron para inspeccionar el terreno y buscar una forma de llegar al fondo del acantilado.
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