En el pasado, Sonia era quien siempre se quedaba mirando cómo se marchaba él, y él siempre lo supo, pero nunca le devolvió la mirada. Y en ese momento, por fin, le tocaba a él quedarse en el lugar y verla partir. Resultó que podía ser muy molesto ver a alguien marcharse sin siquiera recibir una mirada o una respuesta. Tobías bajó un poco la cabeza y se acarició el pecho, donde tenía una sensación amarga y un leve cosquilleo.
Sonia y Carlos llegaron al auto en el estacionamiento. El hombre abrió la puerta del auto y dijo:
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