Sonia entendió la ironía. Ella y Sergio fueron quienes encontraron a Tamara y la enviaron con los García para que fuera su espía. Sin embargo, al final, no consiguió una informante, sino una enemiga, una que ella misma creó. La sola existencia de Tamara era suficiente burla para Sonia. Cada vez que la veía, se acordaba de lo ciega que estaba por crear a una enemiga, por eso se esforzaba en mantener a esa mujer fuera de su mente y de su vista. Sin embargo, era su esposo quien tenía contacto con Tamara y la ayudaba en secreto sin que ella lo supiera. «¡Pero es mi enemiga!».
Sonia tenía los ojos enrojecidos. Tobías tomó un pañuelo para secarle las lágrimas, pero ella le dio la espalda. Él no tuvo otra opción más que colocárselo en las manos antes de decir:
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