Primero, Enrique había secuestrado a Rita de la residencia García hacía veintisiete años y luego había adoptado a Sonia tres días después; todo era demasiado coincidente.
Segundo, tenía el mismo lunar rojo que se podía encontrar en la muñeca de Rita. También estaba el asunto del cabello y ni que hablar de que, por algún motivo, siempre se había sentido incómoda cuando veía a la familia García demostrarle amor a Tania. Ser testigo de la trágica situación en la que había caído esa familia tampoco la alegraba. Por el contrario, se sentía muy apesadumbrada.
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