Germán y Amelia eran sus padres, así que la conocían bien. Eran conscientes que desde joven siempre empalidecía y se ponía nerviosa cuando la delataban. Ese era un indicio de que la enfermera tenía razón y su hija había cometido un asesinato. Tan pronto como Amelia la vio, escuchó un sonido vibrante en los odios; respiró hondo mientras sentía que el mundo a su alrededor giraba sin control y se desmayó. Germán quedó pasmado al verla desmayarse y se apresuró a intentar atraparla antes de que cayera. Después, la colocó en el sillón de al lado. Estaban en una habitación vip, así que había un sofá y bar a disposición. Luego, se giró y le clavó la mirada a Lidia sin poder creerlo.
—Lidia, ¿es cierto lo que dijo la enfermera recién? ¿En verdad…. asesinaste a alguien? —habló con voz ronca y le tomó un tiempo finalizar la frase.
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