—No me gusta —contestó Sonia sin rodeos.
No obstante, eso no era lo que en verdad pensaba. «¿No me gusta? ¿Cómo no me va a gustar?». A los hombres les gustaban los cuerpos de las mujeres y a ellas también les gustaban los de los hombres. Ellos preferían los pechos y la cintura, mientras que a ellas les gustaban los pectorales y los abdominales. Al fin y al cabo, Sonia era una mujer como cualquier otra. Por supuesto que no era la excepción a esa regla: también le gustaban los pectorales y los abdominales; le gustaban especialmente los de Tobías. Eran tan perfectos que le gustaban cada día más. Cuando tenían momentos íntimos, aprovechaba para tocarlos; de hecho, eran muy suaves. Sin embargo, aunque le gustaban, no podía admitirlo delante de él. De lo contrario, se sentiría demasiado orgulloso.
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