«Debí haberlo imaginado; el presidente Furtado se comporta de forma extraña siempre que la señorita Reyes está involucrada. Entonces, ¿por qué parece que siempre lo olvido y tengo que preguntarle por ello? Ahora, tengo que soportar todos estos momentos cursis». En ese mismo momento, Teo se sentía mareado como consecuencia directa de la muestra excesiva de amor de su jefe. Era como si necesitara grabarlo en su memoria para no hacer preguntas que no debía en el futuro; si no, sufriría emocionalmente. «Todavía soy un hombre soltero. ¿Y si perdiera el interés en buscar una novia? Cuando ese día llegue, me sentiré miserable». Mientras reflexionaba sobre eso, se frotó las mejillas y evitó pronunciar palabras injuriosas. Para conservar su profesionalismo, sonrió y preguntó:
—Presidente Furtado, ¿qué debemos hacer ahora con ese anciano?
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