En cuanto el propietario empezó a hacer concesiones, Gerardo también suavizó su actitud. Le dijo que la duración del alquiler dependería de las tarifas, ya que no serviría de nada firmar un contrato de unos años, solo para que la renta subiera durante los años siguientes. El resultado sería que el inquilino no podría pagar el alquiler, pero tampoco se le permitiría subarrendar; nadie en su sano juicio estaría de acuerdo con eso. El dueño adoptó de alguna manera una actitud más despreocupada al prometer que no aumentaría la renta siempre y cuando aceptaran instalarse en el lugar a largo plazo, además de comprobar los precios del mercado, en caso de que tuviera que aumentar la renta. Leonardo mantuvo su mirada en el dueño durante un largo rato, tanto que el resto empezó a sentirse incómodo por ello, antes de volver a sentarse.
—Podemos estudiarlo si eso es lo que propone.
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