En el otro extremo, la voz del Señor Hernández era vacilante cuando dijo:
―Me gustaría que confirmarás tu decisión. Me preocupa que estuvieras cegada por la rabia cuando en ese entonces rechazaste a Santiago, pero si en verdad no estás interesada en tener una relación con él, seré más firme en mi rechazo la próxima vez. No me atrevía a rechazarlos con tanta determinación las pocas veces que vinieron, temiendo que pudieras cambiar de opinión.
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