Lázaro maldijo a Lourdes y lanzó su teléfono al asiento del copiloto. En ese momento, quería irse directo a casa. Sin embargo, después de pensarlo, no creyó que debiera irse así como así. Más de diez minutos después, tomó el teléfono y la llamó una vez más.
Esta vez, Lourdes respondió a la llamada y preguntó con voz indiferente:
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