Todo lo que Sofía podía hacer era consolar a los aldeanos. Unos pocos los acompañarían esta vez y, si las cosas salían bien, se pondrían en contacto con el resto para ayudarles poco a poco a salir al mundo abierto. El jefe de la aldea le dio las gracias a Sofía mientras pasaba por allí. También le dijo a Sofía que todos los aldeanos estaban agradecidos con Leonardo por ayudar a pavimentar los caminos, así como por encontrarle un trabajo a la generación más joven. Gracias a Sofía, la vida de estas personas estaba a punto de cambiar para mejor.
Sin embargo, Sofía se sentía culpable, ya que no había hecho nada para ayudar, por lo que no creía merecer su gratitud.
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