Sofía se despertó por el dolor de esa noche. Le ardía el estómago y sentía unas náuseas terribles. Aturdida, se levantó de la cama y se dirigió a tropezones al baño.
Se agarró el estómago durante todo el trayecto y no encendió las luces. Sofía rebuscó en su memoria hasta llegar al lavabo, y entonces vomitó. Por instinto, pensó que era bilis. El interruptor de la luz estaba justo al lado, así que lo encendió, pero lo que la recibió fue una escena de terror llena de sangre.
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