Isabel llegó preparada con algunos documentos sobre los detalles de la colaboración y la proclamación de derechos relativos a los Ballesteros cuando se trataba del contrato. Leonardo se acercó y se sentó al lado de Sofía, convirtiéndose en su persona habitual mientras trabajaba. Tomando los documentos, leyó todas las cláusulas. Una colaboración de este tipo era bastante sencilla, y los Ballesteros no exigían nada exagerado, así que se limitó a escoger algunas cláusulas y proponer su opinión.
Sofía no entendió ni una sola palabra, ya que no sabía nada de negocios. Incluso los términos comerciales que utilizaban Leonardo e Isabel se le escapaban. Así que se sentó a un lado con el vaso de Leonardo todavía en la mano. Mientras los observaba absortos en su discusión, soltó una risita.
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