Lourdes estaba un poco nerviosa cuando Lázaro se acercó poco a poco a ella. Si bien él era inexperto en romances, ella también lo era. Cuando salía con Santiago, se trataban casi como extraños, por lo que no pasaba nada entre ellos. No fue hasta que Lázaro estuvo a pocos centímetros de ella que le preguntó:
—¿No deberías cerrar los ojos?
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