Cristina seguía siendo tímida y se tapaba para que él no la viera desnuda, pero no entendía que taparse era inútil cuando habían llegado a ese punto. Genaro se apoyó en la puerta y se cruzó de brazos, sus labios se curvaron en una sonrisa. El amor era algo mágico. Aunque no hicieran ni dijeran nada, y aunque Cristina no supiera que él estaba allí, él seguía sintiéndose feliz solo con verla.
La entrega llegó un rato después, Genaro la colocó sobre la mesa. Después, fue a despertar a Cristina. Se sentó a su lado, le dio la vuelta y le besó las mejillas con fuerza.
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