La persona que contrató al matón le prometió una buena recompensa. También se le pagó el depósito completo y, si tenía éxito, habría más dinero por llegar. Al recordar lo que el hombre reveló, la expresión de Leonardo se volvió mucho más taciturna. Tenía la sensación de que el hombre no estaba diciendo la verdad, o al menos no en toda su extensión.
El matón no era tonto, por lo que en definitiva notaría que la cantidad que le pagaron no tenía sentido considerando lo fácil que era el trabajo. Por lo tanto, Leonardo creía que el matón debió haberle preguntado sobre las intenciones de su empleador. Después de terminar un cigarrillo, Leonardo regresó a su compañía.
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