Sergio tenía razón. La vida de Genaro había sido miserable, pero no era su culpa sino de Bernardo. Fue Bernardo quien nunca asumió sus responsabilidades como padre, y fue él quien los metió en semejante situación. Sergio suspiró al ver que Lázaro no decía nada más. Al final, se lamentó:
—Tiene suerte de tener un amigo como tú.
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