Sin responder a sus mensajes, Sofía bajó las escaleras con el móvil en la mano. Tras tomar un sencillo desayuno, se tumbó en el tapete para yoga y se quedó mirando al candelabro del techo.
«Cuando estaba en el pueblo, tenía un sinfín de tareas cada día. En aquella época, me preguntaba lo bonito que sería poder tirarme así de tranquila y no hacer nada un día. Ahora, este sueño se hizo realidad, pero me parece que es bastante aburrido acostarse con tanta tranquilidad».
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