Al darse la vuelta, Leonardo vio a Sofía sentada en el auto con una mirada de agravio en su rostro. Él entendió a grandes rasgos lo que quería decir. Después de soltar una bocanada de aire, decidió volver junto a ella para sacarla del auto, cargarla a la casa y dejarla en su cama.
Era casi mediodía después de todo el alboroto, pero, aunque ambos tuvieran hambre, era casi imposible que ella cocinara con una lesión. Así que ella sacó su teléfono mientras ofrecía:
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