Junto con el jefe de la aldea y su secretario, también vinieron a la comida algunas otras familias. Aunque ellos mismos se hicieron con algo de alcohol. Leonardo rechazó su oferta de beber, ya que podría tener que conducir más tarde, lo que consiguió que los aldeanos no lo convencieran de beber.
Mientras tanto, a Sofía la llevaron su asiento, pero el estómago se le revolvió en cuanto olió el aroma del plato de pollo. Teniendo en cuenta la ocasión, decidió que debía reprimir su mareo, aunque lo único que quería era vomitar.
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