Cristina aún no se dormía, solo estaba descansando en la cama con los ojos cerrados. Sin embargo, no pudo evitarlo y sus cejas se fruncieron en una fina línea. Genaro se acercó a la cama y se inclinó para mirarla.
—¿Te duele la cabeza? ¿Quieres que te dé un masaje en las sienes?
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