Capítulo 5 Vas a donde quieras
Leonardo no estaba de humor para hacer nada hoy, pues lo perseguía un sentimiento de frustración desde que comió con Sofía. Cuando volvió a su oficina, tampoco leyó los documentos que tenía que leer, y en su mente resonó lo que le dijo su abuelo antes de fallecer. Le dijo a Leonardo que cuidara de Sofía, a lo que Leonardo accedió, pero al final, igual se divorciaron.
Soltó un suspiro. Este divorcio iba a ocurrir de una manera u otra, así que no se arrepintió. Desde que se casaron, estaba deseando que llegara este día, ya que no fue su idea casarse con Sofía. Sin embargo, se sentía culpable por su difunto abuelo.
Unas cuantas copas de vino más tarde, Leonardo se sintió más frustrado. Se sentía inquieto por alguna razón, y en su confusión, Leonardo pensó en Sofía, pero no en el divorcio. En su lugar, se vio transportado a muchas noches atrás, cuando Sofía estaba recibiendo sus golpes. Cerró los ojos de manera rápida y empezó a sudar.
«Creo que sé lo que me pasa».
El Señor Licano estaba de humor ahora, así que acarició la mano de la dama.
—¿Por qué no vamos a otro sitio?
Leonardo abrió poco a poco los ojos y sonrió.
—Claro.
Aunque no estaba en su mejor momento, Leonardo tenía que serenarse. Por suerte, afuera estaba más fresco, así que eso alivió un poco a Leonardo. Después de salir de la habitación, envió un mensaje de texto al conductor, pidiéndole que viniera rápido.
El Señor Licano iba delante de él, con una mujer en brazos. Animado por el ambiente, incluso tarareó. Pasaron por la pista de baile tras salir de la sección de negocios, y llegaron justo a tiempo para el clímax de la noche. Los espectadores bullían de emoción, pues las bailarinas empezaban a desnudarse, para gran interés del señor Licano.
—Pues sí que saben hacer una fiesta. —Se relamió los labios.
Leonardo miró la pista de baile, pero luego miró más allá y vio a Sofía charlando con otro hombre detrás de la pista de baile. Tuvo que entrecerrar los ojos para reconocerla, pues Sofía parecía totalmente diferente con su atuendo de hoy.
Se quedó mirándola un buen rato, pero ella no se dio cuenta. Llevaba unas cuantas copas de alcohol desde entonces, así que estaba achispada, pero no borracha.
Sus ojos desenfocados no escaparon al hombre que tenía delante, así que fue a sentarse a su lado.
—¿Estás borracha?
—No. —Sofía sonrió. Todavía podía recordar las cosas que quería olvidar, así que no estaba borracha.
El hombre le puso la mano en la pierna.
—¿Por qué no te llevo a algún sitio para que se te pase la borrachera?
Ella miró su mano antes de mirarle a la cara, y luego negó con la cabeza.
—No. —No importaba cómo lo mirara, Leonardo estaba a leguas por delante de este hombre. Gracias a él, se preguntó si podría enamorarse de algún otro hombre después de que su relación hubiera terminado.
Ajeno a sus pensamientos, el hombre trató de sostener su rostro.
—Vamos. Te llevaré a un lugar divertido.
Sin embargo, antes de que pudiera tocarle la cara, alguien le agarró la mano.
«Debo estar oyendo cosas» pensó Sofía.
—Nunca piensas antes de saltar, ¿verdad? —burló Leonardo.
«¿Leonardo?».
Levantó la vista despacio y, aunque tenía la vista nublada, pudo ver su rostro con claridad. Leonardo seguía tan distante como siempre, pero ahora se burlaba de ella.