Para el momento en el que Genaro llegó al club, Lázaro ya estaba esperándolo en la entrada. El lugar estaba desprovisto de su habitual multitud de fiesta durante las horas de luz, y dentro del edificio, todo el mundo parecía ir y venir, de manera perezosa, para pasar el tiempo.
Al ver a Genaro y a Cristina, Lázaro se animó y los saludó con alegría:
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