Quizás estas palabras dieron esperanza a Sofía, porque sintió que todo su cuerpo se llenaba de fuerza en un instante, incluso se esforzó por sentarse de la cama y se levantó de ella, luego esperó a que llegara la silla de ruedas. Al sentarse en ella sin ayuda, la empujaron a la sala de partos. Ya en la sala de parto, un anestesista se acercó y le aplicó epidural.
«Es el mejor invento que existe».
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