Por lo que dedujeron, Leonardo era rico. Sabiendo que los aldeanos venían a conocerlo, Leonardo los saludó rápido. Estaba acostumbrado a tratar con todo tipo de personas cuando hacía negocios, así que no tenía ningún problema en tratar con un grupo de gente sencilla de pueblo.
Mientras tanto, Sofía se asomaba a la ventana y permanecía en la casa, mientras Leonardo hacía pasar a los ancianos al interior de la casa. Respondió a todas sus preguntas con mucho decoro, lo que demostraba lo educado y culto que era. Al darse la vuelta, Sofía se sentó en su cama. «Parece que hay que cambiar de planes. Ahora que Leonardo está aquí, no puedo quedarme para siempre».
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