Genaro cruzó el vestíbulo, que estaba vacío. Solo estaba la recepcionista que atendía el mostrador. La recepcionista se dio cuenta de que se acercaba y en cuanto saludó se detuvo para observar sus rasgos. Lo pudo reconocer, estaba claro que sabía quién era. Sin embargo, no se inmutó al decir:
—Vine a ver a Sergio; le llamé antes.
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