Cristina no podía dormirse, pero tampoco quería usar su teléfono. Tan solo se acomodó en la cama mientras miraba por la ventana. Al cabo de un rato, oyó que alguien abría la puerta de fuera. De inmediato cerró los ojos.
—¿Quién está en casa? ¿No cerré la puerta con llave cuando salí de la casa? ¿Uriel, eres tú?
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