Haciendo un puchero, Lourdes se dio la vuelta para mirar a Lázaro. Al principio, este pensó que la Señora Hernández tenía razón, pero en cuanto vio su expresión de tristeza, se acercó y la jaló hacia sus brazos. Después, le dio una palmadita en la espalda.
—Está bien, está bien, hablaremos de esto más tarde. —Enseguida bajó la voz—. Más tarde sacaré algo para ti a escondidas.
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