Un rato después llegó el médico de la familia. Primero tomó el pulso de Lourdes, pero como no era un método infalible, entonces tomó una muestra de sangre y dijo que el resultado saldría por la noche. A pesar de la falta de un resultado definitivo, todos daban ya por hecho, que el estómago de Lourdes albergaba una pequeña vida.
Los ojos de la Señora Hernández estaban enrojecidos.
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