Sin pensarlo mucho, Lázaro levantó de inmediato a Lourdes en brazos y subió al segundo piso. Les habían preparado una habitación, decorada con mantas y cortinas rosas que significaban la alegre ocasión. La colocó en la cama y ella se revolvió, preguntándole con voz débil:
—Lo siento. ¿Te ocasioné problemas?
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