Tras recuperar el aliento, Lázaro compró unas bebidas con Lourdes antes de sentarse en un banco cercano. Lourdes se inclinó hacia sus brazos después de pensarlo un poco, mientras Lázaro la acercaba más, lo que desencadenó sentimientos en su interior a los que ambos eran ajenos. Con una risa tonta, Lourdes murmuró:
—Nunca esperé que las cosas llegaran a este punto contigo. ¿Sabes qué? Antes te odiaba tanto que hasta me imaginaba visitándote en la cárcel para burlarme de ti.
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