Frunciendo el ceño, Sofía pretendió mirar bien a los dos hombres, pero no tuvo ninguna suerte mientras que el auto condujo fuera de la residencia. Sofía se quedó mirando el auto y vio que se alejaba sin dejar rastro. Con la cabeza gacha, miró su teléfono y tuvo una corazonada de que algo no andaba bien. Un momento después, Sofía siguió su instinto y llamó a Lázaro.
De forma extraña, el teléfono seguía sonando hasta que la línea se cortó al final. Con sus presentimientos intensificados, Sofía llamó a Lázaro una vez más. Sin embargo, nadie contestó. Absorta en sus pensamientos, Sofía sentía en sus huesos que algo malo había sucedido.
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