Lázaro era en verdad un maestro al crear la atmósfera perfecta. Ordenó al personal que preparara una parrillada. Incluso si uno no tenía hambre, él o ella podía atreverse a comer algunos bocados junto con los demás, y la carne siempre iba bien con el alcohol. Los tres subieron y se sentaron alrededor de la mesa.
Genaro le sirvió un poco de jugo a Sofía y dijo:
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