Capítulo 875 Lamento que no hayamos podido salvarlo
Al ver la amenaza del Señor Ballesteros, una de las enfermeras llamó a seguridad, mientras Isabel se secaba las lágrimas y salía. Entonces, fue recibida por filas de asientos que estaban llenos de gente sentada en ellos. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que las personas también tenían rostros de preocupación, aunque hacían hasta lo imposible por aferrarse a su mente racional y esperaban al médico.
El Señor Ballesteros era el único que seguía haciendo una escena y se interponía en el camino de los doctores. Sin embargo, a Isabel eso no le importaba. Se dirigió a un rincón y se abrazó a sí misma mientras se apoyaba en la pared. En este momento, pudo escuchar un zumbido en su cabeza, sintiendo que sus sienes se agitaban de manera salvaje.
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