Con los ojos llenos de lágrimas, la joven se acurrucó en una esquina de la habitación. Al ver a Sofía, tembló de miedo. La niña, que solo tenía diez años, no había experimentado antes ese tipo de pruebas, por lo que estaba asustada.
Al acercarse a ella, Sofía se agachó. Con una expresión de miedo, la niña miró a Sofía mientras sus lágrimas corrían por su cara. «No se parece en nada a mí. Nadie podría saber que nacimos de la misma madre», pensó Sofía.
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