En aquella ocasión, Leonardo le dio al joven su propio número sin que él lo supiera, y entonces siguió recibiendo mensajes de buenos días y buenas noches. Incluso cuando Sofía volvió a su casa, este joven siguió enviándole mensajes. Leonardo se sorprendió de la férrea voluntad del joven. Aunque nunca respondió los mensajes, él nunca dejó de enviárselos.
Leonardo se acercó y rodeó con su brazo el hombro de Sofía.
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