Era tan obvio para ella que él estaba actuando de forma tan extraña, que no podía mirar más allá.
Mientras tanto, Leonardo no volvió a su habitación, sino que bajó de nuevo las escaleras y se quedó de pie frente a las ventanas de cristal del salón. En realidad, no tenían idea de lo que pasaba por su mente, pero su corazón daba vueltas, llevando un pequeño rayo de esperanza. Al mismo tiempo, temía estar haciendo ideas en su cabeza.
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