En cuanto a los demás, nadie sabía lo que pensaban. Sofía no era estúpida; no les iba creer tan fácil a los que no mostraran sus verdaderos sentimientos de ahora en adelante.
Después de quedarse allí un rato, volvió al mostrador. Ahora que no había clientes, Rosalía se sentía un poco aburrida, así que dijo:
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