Lázaro estaba rodeado de unas cuantas mujeres y, a juzgar por su forma de vestir, parecían asiduas al bar. Lázaro parecía encantado, bromeando y coqueteando alegre con aquellas mujeres.
Por el contrario, Leonardo no estaba de buen humor y se sentía agitado con solo mirar a la multitud. Con una cara larga, se acercó y le pidió una copa de vino al mesero. Luego, volteó a ver a Lázaro.
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